Los Tigres de Kurama. |
Por
fin habíamos llegado a Kurama, y el templo del mismo nombre,
flanqueado por sus dos tigres, se mostraba imponente ante nosotros.
Las cortinas de colores vivos ondeaban con la brisa que, esta vez sí,
llegaba desde el valle. Ya habíamos salido del bosque, y sobre
nosotros solo se disfrutaba de un agradable cielo azul, y allí donde
los tigres dirigían su mirada, unas bonitas vistas.
Cortina de vivos colores. |
Una
gran hoguera de grandes troncos daba calor a los visitantes,
justamente en frente del templo, y en el centro del amplio espacio
donde nos encontrábamos, había otro punto de energía. La gente se
colocaba en él, y mientras hace sus peticiones, recarga su “ki”
interior. No dudamos en aprovechar las energías del lugar.
Mari chan en el punto de energia. |
Tras
hacer algunas fotillos más, comenzamos el último tramo que nos
llevaría hacia la ciudad, y a la estación de la linea Eizan. Aun
quedaban cosas por ver en este corto tramo de escaleras y rampas que
hacían que nuestras ya cansadas piernas se resintieran. Pero de
nuevo el camino nos cautivo, la escaleras, rampas, y caminos eran
amplios. Flanqueados por faroles, y piedras con musgo, el lugar
desprendía un ambiente relajante. Los rayos de sol seguían creando
bellas imágenes, y dando bonitos toques de luz a las fotos.
Lado izquierdo del camino. |
Al principio el camino es de piedra. |
Así
continuo nuestro camino, y a mitad de éste nos encontramos con Yuki
Jinja Shrine (由岐神社),
templo donde se realiza el Festival del Fuego, el día 22 de Octubre
de cada año. En este matsuri, considerado el tercer festival más
importante de Kyoto, más de 250 antorchas recorren las calles de
Kurama ascendiendo hasta el templo por largas escaleras. Aquel día
yacía tranquilo, y frío entre la nieve, nada que ver con el cálido
ambiente del festival. Unas fotos nos muestran escenas del evento,
parece ser que llevan antorchas hasta de 80 kilos, debe estar
interesante, una asignatura pendiente.
Yuki Jinja Shrine |
Antes
de seguir nos maravillamos con dos arboles llamados “Marido y
Mujer”, son enormes, quizás los mas grandes que he visto jamas.
Mis ojos no alcanzan a ver el final, y son tan anchos, y robustos,
que seguramente vivirán más de lo mucho que ya han vivido. Quedamos
muy sorprendidos por este fenómeno natural, y descendimos finalmente
hasta la ciudad.
En el último tramo, escaleras también adornadas con rojos faroles, pero con apariencia menos atractiva nos despiden. Tras tomar algunas fotos, terminamos la ruta, y llegamos a la estación. Allí nos esperaba una gran careta tengu, su larga nariz y su color rojo son imagen de la ciudad, por lo que es posible comprar como souvenir todo lo que desees que tenga forma de cara roja.
Nosotros
comenzamos el regreso a casa, pero dejamos detrás muchos más
lugares sin explorar, más historias, y leyendas, que hacen de este
lugar un sitio recomendable, un sitio al que sin duda volveré.
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