Famoso luminoso de Glico. Dotombori. Osaka. |
La
jornada laboral de Watanabe san empezó bien temprano. Despertó
sobre las 6 am, vive a las afueras de Kobe, pero su día a día lo
pasa en Osaka, solo llegar al trabajo le cuesta más de una hora.
Desde la 8 am realiza su trabajo de oficina, ocupa un alto cargo en
la empresa, y tiene bastante subordinados.
Es
lo que en Japón se conoce como un Salary-Man (サラリーマン),
empleado oficinista asalariado, muchas veces reconocidos porque son
como copias unos de otros. Trajes negros o azul marino, camisa blanca
con o sin corbata, en verano camisa de manga corta. En ciudades como
Tokio salen en bandadas de la siempre ajetreada linea Yamanote,
formando una gruesa fila, siempre a paso rápido, siempre al mismo
lugar.
Pero
no generalizaremos, nunca lo hagamos. Sin ir más lejos, nuestro
personaje esta cansado de esta monotonía. Sabe que es el trabajo que
ha adquirió al terminar su universidad, que es su vida, que sus
compañeros son sus amigos, y la oficina el lugar donde pasa más
tiempo a lo largo de la semana. Pero cada día desea más un cambio,
a veces se siente un robot, algo guiado por un camino ya marcado,
algo de lo que no puede escapar, algo que nunca pudo elegir, pero que
le toco realizar, siente como si su vida ya estuviera escrita. Es
pura rutina, trenes en hora punta, viajes de negocios, y las no
siempre bienvenidas cenas con sus superiores al acabar la dura
jornada de trabajo. Todo le hace pensar en el cambio, algo que sin
duda desafiaría lo establecido de antemano.
Hoy
es de esos días largos, dan las 19h de la tarde, ya son doce horas
de trabajo, pero su superior no tiene mucho interés en volver a
casa. Importantes negociaciones se acercan para la empresa, y hay que
hacer equipo, sentirse unidos, y coordinar. Para ello que mejor que
hacer piña en un restaurante de la zona centro. Watanabe san se
resigna, pues prefiere volver a casa con su mujer y su hijo, pero hoy
se retrasara de nuevo.
Dotombori en Osaka, sus calles son, sin duda, distintas a las reflejadas en este post. |
Las
botellas de sake son alternadas con cerveza durante la cena, charlas
entre sus superiores, bromas, etc. Pero él siempre debe medir cuando
hablar, cuando intervenir. Quizás cuando es preguntado, o si el tema
es el adecuado para él. Debe expresarse siempre con un lenguaje
formal, y a veces excesivamente cortés. No lleva mucho tiempo en
este puesto, y aún no es muy hábil en estas reuniones externas. La
cena termina pronto, unas dos horas, pero no todo acaba aquí. El
sake ha hecho su efecto, y el director general o shachou (社長),
insiste en que vayan a tomar unas copas a su habitual bar de chicas.
La
calle se encuentra alborotada, es viernes noche y las chicas se
agolpan en las aceras buscando a sus clientes habituales, o
despidiendo a los que se marchan. Watanabe san recorre cansado el
camino tras sus jefes. Aclarar que estos bares, son bares en los que
las chicas ofrecen su compañía, no ofrecen sexo, ni se dejan tocar,
no es ese concepto, pero irremediablemente esto chocaría a cualquier
occidental que pasara por esta concurrida calle.
Llegan
a la puerta, y allí son recibidos por Yumi san, la dueña del local,
que ya fue informada de que iban hacía allí. Una vez dentro del
local, en la planta 10, las habituales camarera saludan al jefe, y
cuando todas están sentados ocupan asiento junto a los asistentes.
No solo deben pagarse las copas que se consuman, a veces incluso solo
se venden botellas, sino que además deben invitar a las chicas a
beber mientras los acompañan. Pero no hay problema, el jefe anda
pletórico, y en poco tiempo todos andan servidos. A veces estos
lugares son reservados íntegros por empresas, o son exclusivos para
socios, el mundo de la noche japonesa es sin duda algo desconocido
para muchos.
Las
charlas se extienden, y ya todos anda algo mareados. Algunos
divertidos, intimando o bromeando con sus superiores, y con las
chicas. Otros cansados y haciendo el papel, como nuestro querido
Watanabe. Para él, que no vive en Osaka, por suerte la reunión
terminara pronto para poder tomar el último tren, la ansiada vuelta
a casa, el descanso de una larga semana. Mañana es sábado, pero no
toca trabajar, el jefe en su euforia a pedido descanso a todos para
la ardua semana que viene.
Nuestro
amigo es despedido por las chicas, que esperan verlo pronto de
vuelta, y tras llegar a la estación monta en el tren, 1 am aprox.
Maletín en mano, huele a alcohol, aunque no es su deseo, y anda
mareado. El último tren es algo especial por quienes suelen montar
en él, algo en lo que mejor no pensar. Pero ha tenido suerte, ha
podido tomar asiento, y duerme con una exactitud asombrosa hasta
llegar a su destino. Su hogar, tomar un baño, y descansar, sus más
profundos deseos. Mañana por fin disfrutara de un merecido descanso
con su familia, la cual, lo espera con mucho cariño.
PD: Esta historia es pura
ficción, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. El
texto no retrata ni la cultura japonesa, ni sus costumbres de una
manera exacta. Desde la humildad del autor se intenta reconstruir una
posible forma de vida entre los millones de japoneses que habitan
este fabuloso país. Ruego no generalizar al leer este relato, sino
analizar unos posibles hábitos, ampliando siempre nuestro habitual
punto de vista, y sin crearnos tópicos. Déjense llevar por esta
experiencia anónima, y reflexionen sobre ella. Gracias.